Se suponía que no llovía hoy, y así, decidimos subir alto, lo más alto que pudiéramos. Sin embargo, ya llegando a Manzanares tuvimos que hacer uso intensivo del limpiaparabrisas y aunque en la entrada de La Pedriza no llovía y lucía un tímido sol, los nubarrones de la cumbre no presagiaban nada bueno.
La subida (17 kilómetros) la hacemos a ritmo, sin parar (salvo unos segundos para ajustar el sillín de Jesus). Alguna ráfaga de viento, unas gotas y, casi al final, nieve. Y luego, al doblar la curva que da acceso al collado, de repente y sin avisar, el bofetón: el Ventisquero de la Condesa haciendo honor a su nombre.
El track:
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