Esta ruta teníamos pensado haberla hecho en su día, en la convocatoria oficial, pero bueno, nunca es tarde si la dicha es buena.
Y vaya que si ha sido buena.
Estábamos seguros de que el día iba a acompañar, sobre todo después del bonito amanecer que presenciamos. Luego, el camino nos regalaría un par de gratas sorpresas y, cómo no, una de arena en forma de 'pateo - escalada', por pasarnos de listos, que aquí venimos a lo que venimos.
Salimos del pueblo después de 'ponernos las pilas' y de visitar la plaza, hacia una zona de huertas ¡pam, pam!, donde nuestras ruedas ganan unos kilos en forma de barro.
Después de 10 km de bajadas y subidas llegamos por fin a la montaña rusa.
La primera bajada, la cuesta de las croquetas, es ciega (no ves el fondo hasta que no estás metido de lleno en ella) y la hacemos con tiento. El terreno está ideal, húmedo y compacto, después de las lluvias de la semana anterior; la segunda es más larga y se puede hacer con más confianza; y la tercera, sin frenar, ¡que sensación!. Pues eso, la montaña rusa.
Nos toca subir otra vez ¡pam, pam! para buscar la bajada al río Tajo. Bajada bonita, bonita. Zonas de piedras, saltos (el que se atreva), regueros. Muy divertida.
Avituallamos junto al Tajo y emprendemos el camino de vuelta, siempre picando hacia arriba.
Cuando la cosa se pone seria (un escalón del copón, de los que al principio habíamos subido unos cuantos), decidimos tirar p'alante: que si parece más suave, que si según el mapa los caminos se unen un poco más allá, que si tal, que si cual. Pues aquí está lo que pasó:
Ya estamos escarmentados para la próxima: los experimentos, con gaseosa.
Las fotooos.
