lunes, 18 de marzo de 2013

Por los alrededores del Cerro de San Pedro

Ya de por sí habíamos planteado la ruta de hoy como de “a ver qué pasa”, buscando refugio seco y libre de humedades por la zona de las pistas del CYII. Sin embargo, la sorpresa vino de la mano de Paco cuando se presenta puntual (oooh!)... pero con la bici de descenso (eeeh?).

Todo el mundo sabe que se puede matar moscas a cañonazos, vale. Pero si llevas un cañón, subirlo por ciertas rampas, aunque sean de mínima pendiente, requiere un esfuerzo sobrehumano, sobre todo cuando el humano es sólo uno.

Y así pasó. Paco acabó con un pajarón del 15, sin duda debido a tener que tirar del “monstruo” por los toboganes de la zona, pero al que también contribuyó el hecho de no haber comido apenas nada consistente desde el día anterior.

Bueno, a lo que hemos venido. Aparcamos el coche en el cruce de la M104 con la Cañada de Barajas, tomando ésta hacia el norte ya con unas rampas importantes nada más empezar (hay que decir que Paco, a pesar de estar iniciando la ruta, decide patear las rampas más duras, quizás consciente de lo que le esperaba. Esta situación la repitió muchas veces a lo largo de la mañana, primero para no quemarse y luego, cuando le abandonaron las fuerzas, por pura necesidad); giramos a la derecha por un camino embarrado pero ciclable -el terreno es arenoso y el barro frena pero no se pega- que nos deja en el camino que sube al Cancho de Pedrezuela justo en su parte baja, una subida pedregosa pero factible.

Antes de que la cosa se ponga realmente fea (los superpedrolos del Cancho) giramos a la izquierda por el camino Alto de Pedrezuela, encajonado entre dos tapias, por el que encontramos los primeros “charcos” que nos calan hasta los tobillos (¡menos mal que no hace frío!). Más de una y más de dos de estas lagunillas tuvimos que vadear, unas veces sobre la bici y otras directamente andando.

De nuevo en la Cañada de Barajas viramos hacia el norte ganando altura, primero por el camino de Ternereros y luego por el del Recuenco, pegaditos, pegaditos al cerro de San Pedro. Al llegar al punto más alto, el Cancho de Pedrezuela, a Paco se le empieza a notar y dejamos en sus manos (o en sus piernas, tal vez) la decisión de acortar pateando por la zona pedrolera o seguir de frente por las trialeras de Cantos Blancos. Finalmente decide dar sentido a la bici que ha traído y nos lanzamos a un frenesí de agua, barro y piedras. Sin embargo, tanta diversión tiene un precio, y hoy la ruta decide cobrarse en forma de 2km de dura subida (la puntilla para Paco).

Atravesamos la Dehesa de Moncalvillo y en la pista del Canal Alto Jesus le cambia la bici, pero no es solución. Al llegar a la M104 le dejamos allí “aparcado” y los dos “jesuses” nos afanamos en una dura contrarreloj de más de 4km por carretera (¡joder con la carretera!, tres rampones y viento totalmente de cara de 50km/h –AEMET dixit) en busca del coche salvador.

domingo, 10 de marzo de 2013

Anillo Verde Ciclista de Madrid

La verdad es que hacía mucho tiempo que no dábamos la vuelta completa al anillo de Madrid. Además, siempre que la cosa no se empina mucho (no me seáis malpensados, ¿eh?) Javi se anima a salir y eso ha permitido que el grupo ruede al completo una vez más.
Pues eso, mañana tranquila de suave rodaje y agradable charleta para matar el gusanillo, al no haber podido subir a la sierra un fin de semana más. (Vamos a ver: que alguien revise a los hombres del tiempo ya, que fallan más que...).
Pero Jesus, ¿de dónde has sacado esa chaquetilla tan chula?

domingo, 3 de marzo de 2013

A San Martín escoltando a la flaca

Pues resulta que a Pakito no le han dado aún la bici normá y, para su (des)consuelo, sólo dispone de la flaca (la otra, la superbruta, tiene un uso muy limitado). Así que los jesuses nos solidarizamos con él y decidimos salir al carril, con la sana intención de ponernos a rueda y ver hasta dónde podemos aguantar.
Sin embargo, sin saber muy bien cómo, nos vemos ambos dos, Jesús-jesus y Jesús-puchi, rodando en cabeza, haciendo de gregarios (de lujo, eso sí) arropando al líder, que guarda fuerzas a la espera de dar el hachazo en la subida de La Marañosa. Y cumplió. Luego, en la bajada, nuestros típicos relevos con la ayuda de algún biker anónimo que se nos unió.
A la vuelta, después de las cocacolas de rigor, Jesus toma el mando y nos somete a una auténtica etapa contrarreloj, llaneando a más de 30 por hora durante muchos kilómetros... ¡y con las ruedas gordas! Si es que está hecho un chaval.