domingo, 30 de enero de 2011

Nieve

Como dijo aquél, en dos palabras: a-cojonante. No por temor sino por lo espectacular, en todos los sentidos. Ahí están las fotos para atestiguarlo.

  Lo primero es lo primero. Y es que 'el pedazo de pepino' ya forma parte del grupo oficialmente. Adiós 'harley', tu dueño no te echará de menos, seguro.

  Empezamos en el aparcamiento de entrada a La Pedriza, con mucho gentío, porque no dejan pasar a los coches. Aaaaah! La temperatura es baja y el barro del camino está lo suficientemente duro para no molestar.

  Encontramos las primeras acumulaciones de nieve tras pasar el collado del Campuzano. La tierra aún asoma por las huellas de innumerables pisadas y la nieve está congelada. De momento se deja rodar.

  A medida que ascendemos dejamos de ver la tierra por la que pisamos; el manto blanco ya no acaricia las ruedas sino que las agarra directamente y hay que meter más desarrollo del habitual para estas rampas.

  La capa de nieve ha aumentado tanto que rodar se torna imposible por momentos. Al esfuerzo de dar pedales (practicamente con 'todo metido') hay que sumar el de no caerse: rodillas, caderas, brazos, todo el cuerpo en tensión para no salirse de la trazada buena.

  Penosamente, pero sobre las bicis, eso sí, alcanzamos la loma de las Casiruelas y comenzamos un pequeño tramo de descenso, ¡con el molinillo! La capa de nieve debe andar por los 25cm y los últimos metros antes de llegar a la pista que baja a Canto Cochino tenemos que hacerlos a pie: las bicis están clavadas en la nieve.



  De subir más arriba, nada. La vuelta al aparcamiento la hacemos por la carretera y comprobamos (alguno en sus propias carnes) por qué no han dejado pasar a los coches al interior del parque: las placas de hielo ocupan toda la calzada. Un poquito de (sal) por favor.

  Y sin más novedad llegamos al coche después de dos horas y media para 16 km, ¡pero vaya 16km!




Y aquí tenemos a Míguel en plena acción:




domingo, 23 de enero de 2011

Sierra de Madrid, 2 -- Pepedal, 0

Después de la experiencia (más bien mala) del domingo anterior habíamos decidido hacer las cosas bien y planteamos una salida corta (25 km más o menos) y aparentemente poco exigente: la vuelta al Pendón. Sin embargo, después de pasar la ruta por el 'filtro' del buen compañero Tomás, ésta se alarga hasta los 40 km, aunque el nivel de exigencia se mantiene: desde Soto hasta El Berrueco llano por la vía del tren, subidita hasta Bustarviejo y luego ya casi todo cuesta abajo hasta Soto. ¡Na, chupao!
Hoy estamos el grupo al completo: Javi, Jesus, Miguel (otra vez con el pedazo de pepino) y Puchi. Superada la "patada en la cara" de los -5ºC iniciamos la marcha en busca de la cómoda pista paralela a la vía. Estamos empezando y el terreno pica hacia arriba, pero Javi ya nota que la cosa no funciona. Además, al llegar al punto de acceso a las vías, nos encontramos con una puerta cerrada con candado que nos impide pasar. No hay nada que hacer; tenemos que improvisar.
Con el gps echando humo llegamos a la entrada de Miraflores por unos entretenidos toboganes. Decidimos posponer la vuelta al Pendón para otro día y subimos a Miraflores por la carretera con la intención de acercarnos hasta la Fuente del Cura y bajar a Soto por la Hoya de San Blas. No logramos convencer a Javi para que continúe, se le ha metido en la cabeza volver por carretera y eso hace.
El resto seguimos con lo dicho: dejamos atrás la Fuente del Cura y tras un breve ascenso enlazamos con el track original en un rápido descenso hacia Soto, con cuidado, eso sí, tanto por las placas de hielo como por el tráfico rodado (jamás nos habíamos cruzado con tantos coches en una pista forestal).
Al final llegamos a los coches poco después que Javi, completando una corta ruta obligados por las circunstancias. Parece que en este inicio de temporada no acabamos de arrancar, pero somos peleones y lo seguiremos intentado, con más ganas cada vez, porque ...
... el sufrimiento es pasajero, pero la gloria es para siempre.

domingo, 16 de enero de 2011

Vuelta al cole

Esperada primera salida del año después de un mes de inactividad ciclista. Como es lógico tras los excesos de las fiestas, es de suponer que 'de forma' no estaremos muy allá. Pero como el pronóstico meteorológico es magnífico no es cuestión de desaprovechar la ocasión y decidimos aventurarnos a salir por la sierra. Eso sí, algo suavecito para no forzar.

Ya el año pasado hicimos una agradable etapa entre Moralzarzal y Manzanares, por pista ancha y apenas 400 m de desnivel. Ideal, pero ... ¿no son pocos 30km?; ¿por qué no salimos desde Colmenar y añadimos algún senderito hasta Navacerrada, por alargar un poco la cosa? Pues vale.

Craso error.
La jornada empezaba fenomenal, con el pedazo de 'pepino' que se ve en la foto, una Scott Genius de carbono, que los amigos de Biciarea, ¡¿desinteresadamente?!, habían puesto a disposición de Miguel para que la probara (menos mal que el recorrido tenía buenos pedrolos que, además de para comprobar cómo se los merendaba semejante bicharraca, nos sirvieron para limarnos los dientes que no nos paraban de crecer).
Superamos el primer tramo técnico hasta el Puente Medieval, con Miguel 'peleándose' con su nueva montura (es que Zamora no se tomó en una hora), y seguimos hacia el embalse de Manzanares, al que se accede por una estupenda trialera, esta vez con el aliciente de estar totalmente anegada.
Rebasamos la entrada a La Pedriza, muy concurrida, y continuamos hacia Mataelpino por la pista, que hoy parece más rompepiernas que en otras ocasiones: uy, uy, uyyy. La cosa se alarga, pero no llevamos ni la mitad del recorrido previsto.
En Mataelpino, en vez de bajar hasta Becerril, subimos hasta Navacerrada. Preciosos los senderos del arroyo de la Angostura y del embalse de Navacerrada, pero el terreno y la falta de forma empiezan a poner a cada uno en su sitio.
A partir de aquí el perfil se hace más favorable (Becerril, Moralzarzal), pero las piernas de Puchi están ya totalmente acalambradas y debemos parar en varias ocasiones. A la altura del Puente Medieval decidimos entrar en Colmenar por la carretera y evitar los pasos pedroleros, en un intento final de no alargar el martirio más de lo necesario.

En fin, jornada casi épica en la que pecamos de optimistas. Ya se sabe, y bien está recordarlo, que en esto del ciclismo, y más en la modalidad del mtb, siempre es mejor ir de menos a más, regulando, porque el 'tío del mazo' está siempre ahí, dispuesto a presentarse en cualquier momento y sin invitación.