Después de cruzar el Aulencia por unos troncos pelín inestables (no hay paso más allá), nos vamos separando poco a poco de la orilla, atravesando lujosas urbanizaciones. Pasada Pino Alto la pista pierde altura rápidamente hasta la presa del río Aulencia, donde empieza el sendero de marras.
Ya el acceso es complicado debido a un desprendimiento, pero luego tenemos casi 2 kilómetros en los que pateas más que pedaleas. Y el paseo no es nada fácil: estrecho, priedras, caída por la derecha y, sobre todo, zarzas, montones de zarzas invadiendo la única trazada que presenta el sendero. A buen seguro que, después de unas cuantas generaciones, estas plantas evolucionarán a carnívoras de tanto probar la sangre de los incautos ciclistas y caminantes.
En el último tramo, superado el cuestarrón, hay que tener cuidado de no salirse pues el piñazo pueder ser de órdago. Al llegar otra vez al cuace del río, aparecen de nuevo las piedras, ¡y las zarzas! (Hasta los...). A partir de aquí se acabó la historia. Subida durilla por el camino de la Espernada hasta Colmenarejo y rápida bajada por la Cañada Real del camino de Madrid hasta el coche.
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